
El proceso histórico de la internacionalización de las artes
Históricamente, la internacionalización de las artes se ha vinculado a la necesidad de proyectar el talento y las propuestas culturales hacia el exterior, en un proceso estrechamente relacionado con la globalización económica de finales del siglo XX. Este enfoque, que al principio se centraba sobre todo en la rentabilidad y la expansión en mercados internacionales, buscaba ampliar modelos de negocio para mejorar la ineficiencia económica de las propuestas artísticas y la precarización de los trabajadores culturales. Sin embargo, con el tiempo surgió una visión más amplia en la que la cultura se reconoce no solo por sus cifras, sino también por la riqueza de las identidades culturales que muestra, su creatividad y los valores que transmite. Esta diversidad de perspectivas no solo ha dado lugar a la ampliación de circuitos en mercados internacionales, sino también a proyectos colaborativos y de intercambio que han enriquecido el panorama cultural mundial y han permitido un entendimiento genuino entre poblaciones, naciones y territorios.
Transformación post-pandemia
La experiencia de la pandemia obligó a replantear los antiguos modelos. Lejos de actuar como un obstáculo, el COVID-19 sirvió de catalizador para repensar la producción, difusión y consumo de la cultura. La crisis puso de manifiesto la necesidad de ir más allá de la mera movilidad geográfica puntual para adoptar una visión estratégica que integrase nuevas variables y enfoques. La redefinición de la internacionalización se materializó en la incorporación de nuevos proyectos internacionalizables, como los educativos, de creación y cocreación, de investigación y de cooperación transnacional, lo que permitió ampliar la perspectiva más allá de los límites físicos y temporales. El avance de la digitalización y el uso generalizado de nuevas tecnologías han abierto oportunidades sin precedentes para artistas y organizaciones culturales. El streaming, la realidad aumentada y virtual, junto con la creciente adopción de herramientas digitales, permitieron llegar a audiencias globales sin perder la identidad local que define cada propuesta artística.
Retos medioambientales
Además, el cambio climático está obligando a replantearse los desplazamientos y la logística de las giras artísticas. La tendencia a estancias prolongadas en lugar de desplazamientos cortos y frecuentes, y la preferencia por medios de transporte más sostenibles, responden a la creciente conciencia medioambiental y a la necesidad de reducir la huella ecológica del sector cultural.
Desglobalización y proteccionismo
Sin embargo, la actual coyuntura de desglobalización y cierre de fronteras provocada por las políticas proteccionistas y antiinmigración en cada vez más países introduce desafíos adicionales. Las políticas comerciales restrictivas y el miedo a los fenómenos migratorios pueden llevar a un endurecimiento en la circulación de obras y proyectos culturales, lo que limita la posibilidad de que artistas y gestores culturales se beneficien de un intercambio más libre y dinámico.
La revalorización de lo local en un contexto global
Este panorama invita a valorar y potenciar lo local. La riqueza de las culturas locales se erige como un elemento diferenciador en un mercado internacional que corre el riesgo de contraerse, en el que la autenticidad y la identidad son activos estratégicos para penetrar en escenarios internacionales. En este sentido, apostar por la diversidad y la protección de las identidades culturales se convierte en un acto de resistencia ante la hegemonía anglosajona, que además enriquece la oferta global y fomenta la innovación en la producción artística.
Nuevas estrategias para la internacionalización de la cultura
La redefinición de la internacionalización cultural exige una estrategia a cuatro bandas: política, medioambiental, identitaria y de gestión.
En el ámbito político
Contribuir, desde la cultura y las artes, a la construcción de un mundo más abierto, en el que las personas y la cultura puedan circular sin restricciones de ningún tipo. Desde nuestro ámbito, debemos ser capaces de generar conciencia en nuestro entorno local y, al mismo tiempo, dar testimonio en el ámbito internacional de que el miedo y la desinformación sobre quienes provienen de otros lugares empobrecen a nuestras sociedades y a nosotros como individuos mucho más que la redistribución de los recursos de los países con mayor desarrollo económico. La cultura tiene el poder de derribar barreras y fomentar el entendimiento, promoviendo una sociedad más equitativa y enriquecida por la diversidad.
En el ámbito medioambiental
Es esencial implementar protocolos medioambientales en giras y proyectos donde la movilidad sea un factor central para reducir el impacto ecológico del sector cultural. Esto implica adoptar prácticas sostenibles en el transporte, hacer un uso eficiente de los recursos y reducir los residuos, así como fomentar colaboraciones con proveedores y espacios que compartan este compromiso. Además, sensibilizar a los equipos de trabajo y al público sobre la importancia de estas medidas, refuerza el papel de la cultura como motor de cambio en la transición ecológica. La movilidad en el ámbito de las artes debe evolucionar hacia un modelo más consciente, responsable e innovador, garantizando su viabilidad sin comprometer el equilibrio ambiental.
El refuerzo identitario
En un contexto global en el que las culturas dominantes tienden a uniformizar la oferta, apostar por la diversidad y la autenticidad de las culturas locales es un acto de enriquecimiento y resistencia. Fomentar y proteger las identidades locales no solo es un imperativo cultural, sino también una estrategia para destacar en un mercado internacional que corre el riesgo de encogerse. Así, la cultura local debe transformarse en el motor que impulse la innovación y la competitividad a nivel internacional.
En la gestión de proyectos
Se deben integrar diagnósticos y planes estratégicos en la internacionalización. Es esencial planificar los proyectos culturales con más rigor y apoyarlos en diagnósticos que permitan identificar oportunidades y riesgos. La pandemia nos enseñó que la adaptabilidad y la innovación son fundamentales para superar crisis y abrir nuevos caminos. La incorporación de herramientas digitales, junto con modelos de financiación, creación de redes internacionales y alianzas estratégicas, se ha convertido en un pilar fundamental para garantizar la viabilidad y el crecimiento de los proyectos culturales.
Además, es fundamental que tanto el sector público como el privado trabajen en colaboración para construir un ecosistema cultural que fomente el intercambio de conocimientos y la colaboración transnacional. La cultura, entendida como un puente que conecta diversas realidades y fomenta el entendimiento mutuo, tiene el potencial de derribar barreras y contrarrestar los efectos negativos del proteccionismo y la xenofobia. La formación en habilidades técnicas, como el dominio de nuevas tecnologías, idiomas y estrategias de marketing, debe ir acompañada de una preparación que potencie la valoración y el respeto por la diversidad cultural.
Hacia un futuro de movilidad artística sostenible e inclusiva
En conclusión, la pandemia ha marcado un antes y un después en la forma de entender la internacionalización cultural. Lejos de detener el flujo creativo, la pandemia ha impulsado una reflexión profunda sobre los modelos tradicionales que nos invita a combinar tradición, innovación y diversidad en una estrategia inclusiva. Esta nueva visión de la movilidad artística no solo promueve la proyección de propuestas locales en escenarios globales, sino que también destaca la importancia de un enfoque estratégico y sostenible. El reto consiste en fortalecer los lazos de cooperación internacional para construir un mundo cultural más abierto, dinámico y respetuoso con el medio ambiente, en contraposición a las políticas populistas de cierre de fronteras y de fomento del miedo y la desconfianza hacia lo que viene de fuera.